De los 2 a los 5 años los niños
perciben la muerte como un estado temporal.
Pueden equipararla como una forma de dormir. En su pensamiento, la persona muerta sigue comiendo, respirando y existiendo y se despertará en algún momento para volver a llevar una vida normal.
Aunque no comprende lo que es la muerte, sí es sensible a la situación, a las reacciones que le rodean, a la ausencia.
Y le afecta.
Es mejor hablar de lo sucedido lo antes posible,
pasada la confusión de las primeras horas. Buscar el momento y el lugar adecuados y, con el
lenguaje apropiado para su edad, contar al pequeño lo ocurrido.
La información y las palabras son importantes.