miércoles, 28 de diciembre de 2016

¿Cuándo empiezo a educar?


A Marifé, compañera de "plantaciones"

 y amiga del alma



Quieras o no quieras,  estás educando.  Tú no lo eliges.

Y has de saber que, cuando educas, lo estás haciendo para el futuro. 


Puede que tú no veas los resultados.


Educar bien, o con buena intencionalidad, es un acto de amor incondicional.





Dicen que lo que estás buscando, te encuentra. Y el siguiente proverbio, no se si chino,  apareció en mi camino cuando yo iniciaba la carrera, hace ya casi 30 años.  Entonces andábamos metidos en el estudio del aprendizaje precoz. Y replantea  siempre la reflexión de todas las influencias emocionales, sociales, sensoriales... de las que somos capaces como seres humanos. Reza así: 



Un día, un sabio de la antigua Grecia recibió la visita de una joven madre con su hijo de un año.
La madre preguntó al sabio:
- Dime, sabio anciano. ¿Cuándo debo comenzar a educar a mi hijo?- Llevas un año de retraso -le respondió el sabio.



Y no nos deja indiferentes ¿verdad? Ante las numerosas posibilidades de errores solemnes, olvidos, estímulos desmesurados... Y nos aparece nuestro personal sentimiento de culpa como adultos responsables por lo que hemos o no hemos hecho para el bien de nuestro adorado, amado y siempre bien estimulado hijo. 



    Y aún haciéndolo todo como mandan las corrientes educativas, no nos podemos asegurar el éxito educativo.  
 
    Yo comparo el proceso educativo con el cuidado de un huerto, cuidas la tierra, la abonas, plantas las semillas, riegas con cuidado, la proteges de las heladas, germina y crece estirando su tallo hacia el sol, le pones un tutor para que no se tuerza, se doble y se rompa. Con el tiempo estará fuerte, hermosa, productiva incluso. Y llega el día de la floración, y contemplas con orgullo "¿tu obra?",  descansas tranquilo, has hecho bien tu trabajo de hortelano, el huerto dará sus frutos...
     Lo has controlado todo muy bien. El fruto es lo más importante. El fruto ha llevado su tiempo.   

    Sólo había una cosa que no has podido controlar mientras "dormías", la fuerte granizada que cayó de madrugada. 



    Y yo, que lo había controlado todo, que me había esforzado tanto, ¿Cómo me ha podido suceder a mi? 
    Quizá algo se pueda salvar si vuelvo al huerto y rebusco entre la tierra, siempre puedo volver a empezar.



Sólo cuenta  nuestra INTENCIÓN, nuestros hijos no son frutas.



Educa en todo momento, tu única tarea es HACER EL SURCO.



Es un acto de amor incondicional.

... Y perdónate







  

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