Abrígate bien porque te voy a contar un cuento de un lugar donde los pájaros, en invierno, se van hacia el sur.
Un cuento donde hay fuertes y poderosos que no quieren ayudar a nadie.
Un cuento donde hay seres generosos que dan lo mejor de sí mismos.
Un cuento con su recompensa.
Abre tu corazón que te voy a contar un cuento.
Un día, hace mucho tiempo, llegó el invierno.
Hacía mucho
frío. Todos los pajaritos se habían marchado hacia el sur, ya que allí hacía
más calor y así podían esperar a que pasara el invierno y no morirse de frío.
Pero había un PAJARITO que tenía el
ala rota, no podía volar y no sabía qué hacer. Miraba por todas partes para ver
si encontraba un agujerito donde poder esconderse.
Mirando y buscando, vio los
árboles del bosque.
-¿Querrán estos árboles darme abrigo todo el invierno?
Fue saltando y saltando hasta llegar
al bosque.
El primer árbol que encontró fue un OLMO. Un olmo que tenía las hojas de
plata.
-Buen olmo –dijo el pajarito-, ¿me
dejas vivir en tus ramas hasta que llegue la primavera?
-No, no. Ya tengo bastante con cuidar
de mis ramas…
El pobre pajarito volvió a dar
saltitos con su ala rota, hasta que llegó a otro árbol.
-Buenos días ROBLE –dijo el pajarito-,
¿me dejas vivir en tus ramas hasta que llegue la primavera?
-Si te dejo vivir en mis ramas
picotearás todas mis bellotas.
El pobre pajarito continuó saltando
y saltando como pudo, hasta que llegó cerca del gran SAUCE que vivía al lado del río.
-Buen sauce –dijo el pajarito-, ¿me
dejas vivir en tus ramas hasta que llegue la primavera?
-No, no –dijo el sauce-, yo no
cobijo jamás a los desconocidos.
El pobre pajarito no sabía qué
hacer, pero siguió saltando y saltando lo mejor que podía.
Cerca de él había un ABETO. El abeto, al verlo, le dijo:
-¿Dónde vas pajarito?
-No lo sé –respondió el pajarito-,
los árboles del bosque no quieren cobijarme y yo no puedo volar con mi ala
rota.
-Ven conmigo –dijo el abeto-. Elige
la rama que más te guste. Espera, yo creo que en este lado estarás más
calentito.
-Gracias, gracias –dijo el
pajarito-, ¿pero podré quedarme todo el invierno?
-Claro que si, así me harás
compañía.
El abeto vivía cerca de su primo, el
PINO. Cuando vio al pajarito, el
pino dijo muy contento:
-Mira, mis ramas no son muy
frondosas, pero puedo proteger del viento al abeto porque soy más grande y más
fuerte que él.
Así fue como el pajarito se preparó
un buen lecho sobre las ramas más frondosas del abeto y en el lado donde el
pino le podía proteger mejor.
El pajarito estaba muy contento en
su nueva vivienda; de esta manera pudo pasar todo el invierno, bien calentito.
Los otros árboles, viendo lo que
pasaba, comentaban:
-Yo no quería dejar mis ramas a un
pájaro que no conozco –dijo el olmo.
-Yo tenía miedo de perder mis
bellotas –dijo el roble.
-Yo no hablo con desconocidos –dijo
el sauce.
Aquella misma noche, el VIENTO DEL NORTE llegó al bosque.
Y
sopló tanto sobre los árboles que hoja
que tocaba, hoja que caía.
-¿Puedo jugar con todos los árboles
y hacer caer sus hojas? –preguntó el viento a su padre.
-No –dijo el PADRE-. Los árboles que han sido buenos con el pajarito que tenía
el ala rota pueden conservar las hojas hasta que les broten las nuevas.
El viento del norte dejó en paz las hojas del abeto y del
pino.
Y por eso, en invierno, todos los árboles pierden las hojas mientras que el pino y el abeto siempre
tienen las ramas llenas.
Y
COLORÍN COLORADO ESTE CUENTO SE HA ACABADO. Y COLORÍN COLORETE POR LA CHIMENEA
SALE UN COHETE.
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