lunes, 1 de diciembre de 2014

Los duendecillos y el zapatero

Un cuento de los Hermanos Grimm

            

PARA NARRAR:



             Había una vez un zapatero que, sin tener ninguna culpa, llegó a ser tan pobre, tan pobre que sólo le quedaba un trozo de cuero para hacer un par de zapatos. Así pues, por la noche, cortó los zapatos pensando coserlos al día siguiente y se acostó tranquilamente en su cama.

            Al otro día, cuando se disponía a trabajar, vio que sobre la mesa estaban los dos zapatos ya hechos, y muy bien hechos.

            Se quedó muy sorprendido y sin saber qué decir. Los cogió para examinarlos  de cerca y dijo:   -¡Vaya trabajo más bien hecho! ¡Ni una sola puntada mal dada!

            Puso los zapatos  encima del mostrador y en seguida llegó un comprador, y como los zapatos le gustaron tanto, pagó por ellos el doble de lo que valían. El zapatero, muy contento, pudo comprar cuero para dos pares de zapatos.

            Por la noche cortó los dos pares de zapatos para, a la mañana siguiente, ponerse a trabajar con muchas ganas. Pero no fue necesario porque cuando  se levantó ya los encontró terminados sin que faltara nada. Tampoco le faltaron compradores que se lo pagaran muy bien, tan bien que pudo comprar cuero para cuatro pares.

            A primera hora de la mañana siguiente encontró también los cuatro pares acabados y así continuó sucediendo: lo que cortaba por la noche lo encontraba hecho por la mañana; de este modo pronto volvió a  tener su taller y llegó a convertirse en un hombre acomodado.

            Una noche cercana a la Navidad, el hombre había preparado  el trabajo y cuando fue la hora de dormir le dijo a su mujer:
-¿Qué te parece si esta noche nos quedásemos despiertos para ver quién nos está ayudando tan generosamente?   La mujer estuvo de acuerdo y encendió una lamparilla; después se escondieron en un rincón de la habitación, detrás de las cortinas, y esperaron que se hiciera de noche.

            A medianoche, llegaron dos duendecillos pequeños, alegres y muy graciosos, que se colocaron delante de la mesa del zapatero, cogieron todo el trabajo que estaba por hacer y cantando y riendo empezaron a trabajar con tanto empeño y tan deprisa que el zapatero, maravillado, no podía apartar los ojos de ellos. Los duendecillos no descansaron hasta que todo estuvo acabado, después se marcharon rápidamente.

            Al día siguiente la mujer dijo: - Esos duendecillos nos han hecho ricos; debemos demostrarles nuestro agradecimiento. Ya los has visto, andan desnuditos por el mundo, sin nada sobre la piel y seguro que cuando llega el invierno deben de tener mucho frío. ¿Sabes qué? Voy a hacerles una camisa, una chaqueta, un chaleco y unas medias de lana para cada uno; tú hazles un par de zapatos.

            El hombre contestó:  -Me parece muy bien. Pongámonos a trabajar en seguida.
            Y al anochecer, cuando lo tuvieron todo terminado pusieron los regalos en lugar del trabajo que cada día dejaban. Entonces se escondieron muy bien para ver qué cara ponían los duendecillos.
            Al sonar las doce llegaron saltando y brincando y fueron directos a hacer el trabajo, pero… al ver todo lo que había en lugar del cuero preparado para hacer zapatos, primero se quedaron pasmados, pero después se pusieron muy contentos. Cogieron todas las cosas y se vistieron rápidamente. Estaban tan contentos que empezaron a saltar y a bailar; saltaron y bailaron tanto que, sin darse cuenta, salieron a la calle.

            Siguieron cantando y bailando y seguro que aún lo hacen si es que todavía no han parado.
            Desde aquel día no volvieron más, pero el zapatero fue tan feliz mientras vivió que, tanto él como su mujer, cosa que emprendían cosas que acertaban.




Y COLORÍN COLORADO, ESTE CUENTO SE HA ACABADO. 
Y COLORÍN COLORETE, POR LA CHIMENEA SALE UN COHETE.


PARA RECITAR:



Zapatero, tero, tero
Zapatero remendón.
Se me han roto los zapatos
por la punta y el tacón.

Zapatero, tero, tero,
Zapatero remendón,
compónmelos tú que sabes
con la lezna y el punzón.

Yo quisiera ser herrero
para una fragua tener
y a los burros pequeñitos,
los zapatos componer.

Bajan del monte
los duendecillos.
Durante la noche
se hacen amigos



PARA VER Y ESCUCHAR:






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