¿Cuántas definiciones de felicidad podemos encontrar? Cada
persona, cada personaje, cada autor, cada corriente filosófica plantea la suya. Leída y aprobada por nuestra mente nos la quedamos durante un tiempo, hasta que
aparece otra definición que elimina la
anterior.
Yo, personalmente, la veo una definición muy, pero que muy variable.
Confundida con alegría, diversión, conseguir lo que soñaste,
obtener objetos que costaron mucho tiempo/dinero conseguir, disfrutar de una buena
salud, tener dinero, ser madre/padre o no ser madre/padre (si eso es lo que
querías), disponer de tiempo para hacer lo que te gusta, tener cubierta las
necesidades básicas, tener trabajo, trabajar en lo que te gusta, tener pagada
la hipoteca, tener casa, criar y educar a tus hijos/as con aquello que tú no
tuviste… Creo que no he de seguir enumerando porque, querido lector o lectora,
tú puedes añadir lo que te apetezca para dar en el clavo. Conseguir, tener, obtener, disfrutar... se repite, repite, repite...
Yo no te voy a dar ninguna respuesta, sólo quiero compartir
contigo una pequeña historia que se me ha grabado a fuego en el interior de mi
ser (que es donde residen las cosas más importantes). Desde que la leí, hace 14
años, aún no he cambiado de opinión. Y cuidado, porque ahora suelo confundir
felicidad con dicha.
“Antes de que el muchacho dijera nada, una mariposa comenzó a revolotear entre él y el viejo. Se acordó de su abuelo: cuando era pequeño, su abuelo le había dicho que las mariposas son señal de buena suerte. (...) De ahora en adelante tomaría sus propias decisiones.
-No te olvides de que todo es una sola cosa. (…)
Antes me gustaría
contarte una pequeña historia:
Cierto mercader envió a su hijo
con el más sabio de todos los hombres para que aprendiera el Secreto de la
Felicidad. El joven anduvo durante cuarenta días por el desierto, hasta que
llegó a un hermoso castillo, en lo alto de una montaña. Allí vivía el sabio que
buscaba.
Sin embargo, en vez de encontrar a
un hombre santo, nuestro héroe entró en una sala y vio una actividad inmensa;
mercaderes que entraban y salían, personas conversando en los rincones, una
pequeña orquesta que tocaba melodías suaves y una mesa repleta de los más
deliciosos manjares de aquella región del mundo. El sabio conversaba con
todos, y el joven tuvo que esperar dos
horas para que le atendiera.
El sabio escuchó atentamente el
motivo de su visita, pero le dijo que en aquel momento no tenía tiempo de
explicarle el Secreto de la Felicidad. Le sugirió que diese un paseo por su
palacio y volviese dos horas más tarde.
Pero quiero pedirte un favor –añadió
el sabio entregándole una cucharilla de té en la que dejó caer dos gotas de
aceite-. Mientras camines lleva esta cucharilla y cuida de que el aceite no se
derrame.
El joven comenzó a subir y bajar
las escalinatas del palacio manteniendo siempre los ojos fijos en la cuchara.
Pasadas las dos horas, retornó a la presencia del sabio.
Qué tal –preguntó el sabio-.
¿Viste los tapices de Persia que hay en mi comedor? ¿Viste el Jardín que
el Maestro de los Jardineros tardó diez
años en crear? ¿Reparaste en los
bellos pergaminos de mi biblioteca?
El joven, avergonzado, confesó que
no había visto nada. Su única preocupación había sido no derramar las gotas de
aceite que el Sabio le había confiado.
Pues entonces vuelve y conoce las
maravillas de mi mundo –dijo el Sabio-. No puedes confiar en un hombre si no
conoces su casa.
Ya más tranquilo, el joven cogió
nuevamente la cuchara y volvió a pasear por el palacio, esta vez mirando
con atención todas las obras de arte que adornaban el techo y las paredes. Vio
los jardines, las montañas a su alrededor, la delicadeza de las flores, el
esmero con que cada obra de arte estaba colocada en su lugar. De regreso a la
presencia del sabio, le relató detalladamente todo lo que había visto.
Pero dónde están las dos gotas de
aceite que te confié? –preguntó el Sabio.
El joven miró la cuchara y se dio
cuenta de que las había derramado.
Pues éste es el único consejo que
puedo darte –le dijo el más Sabio de los Sabios.- El secreto de la felicidad
está en mirar todas las maravillas del mundo, pero sin olvidarse nunca de las
dos gotas de aceite en la cuchara.”
Paulo Coelho “El Alquimista”
TE MERECES TODA LA FELICIDAD QUE PUEDAS ALCANZAR
"La felicidad está en los que se bastan a sí mismos" (Aristóteles, filósofo, lógico y científico; 384 a. C. - 322 a. C.)
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