jueves, 30 de enero de 2014

¿Qué será eso de la felicidad?







































¿Cuántas definiciones de felicidad podemos encontrar? Cada persona, cada personaje, cada autor, cada corriente filosófica plantea la suya. Leída y aprobada por nuestra mente nos la quedamos durante un tiempo, hasta que aparece otra definición que elimina  la anterior.

Yo, personalmente, la veo una definición muy, pero que muy  variable.

Confundida con alegría, diversión, conseguir lo que soñaste, obtener objetos que costaron mucho tiempo/dinero conseguir, disfrutar de una buena salud, tener dinero, ser madre/padre o no ser madre/padre (si eso es lo que querías), disponer de tiempo para hacer lo que te gusta, tener cubierta las necesidades básicas, tener trabajo, trabajar en lo que te gusta, tener pagada la hipoteca, tener casa, criar y educar a tus hijos/as con aquello que tú no tuviste… Creo que no he de seguir enumerando porque, querido lector o lectora, tú puedes añadir lo que te apetezca para dar en el clavo. Conseguir, tener, obtener, disfrutar... se repite, repite, repite...



Yo no te voy a dar ninguna respuesta, sólo quiero compartir contigo una pequeña historia que se me ha grabado a fuego en el interior de mi ser (que es donde residen las cosas más importantes). Desde que la leí, hace 14 años, aún no he cambiado de opinión. Y cuidado, porque ahora suelo confundir felicidad con dicha.



“Antes de que el muchacho dijera nada, una mariposa comenzó a revolotear entre él y el viejo. Se acordó de su abuelo: cuando era pequeño, su  abuelo le había dicho que las mariposas son señal de buena suerte. (...) De ahora en adelante tomaría sus propias decisiones.

-No te olvides de que todo es una sola cosa. (…) 
Antes me gustaría contarte una pequeña historia:

Cierto mercader envió a su hijo con el más sabio de todos los hombres para que aprendiera el Secreto de la Felicidad. El joven anduvo durante cuarenta días por el desierto, hasta que llegó a un hermoso castillo, en lo alto de una montaña. Allí vivía el sabio que buscaba.

Sin embargo, en vez de encontrar a un hombre santo, nuestro héroe entró en una sala y vio una actividad inmensa; mercaderes que entraban y salían, personas conversando en los rincones, una pequeña orquesta que tocaba melodías suaves y una mesa repleta de los más deliciosos manjares de aquella región del mundo. El sabio conversaba con todos,  y el joven tuvo que esperar dos horas para que le atendiera.

El sabio escuchó atentamente el motivo de su visita, pero le dijo que en aquel momento no tenía tiempo de explicarle el Secreto de la Felicidad. Le sugirió que diese un paseo por su palacio y volviese dos horas más tarde.

Pero quiero pedirte un favor –añadió el sabio entregándole una cucharilla de té en la que dejó caer dos gotas de aceite-. Mientras camines lleva esta cucharilla y cuida de que el aceite no se derrame.

El joven comenzó a subir y bajar las escalinatas del palacio manteniendo siempre los ojos fijos en la cuchara. Pasadas las dos horas, retornó a la presencia del sabio.

Qué tal –preguntó el sabio-. ¿Viste los tapices de Persia que hay en mi comedor? ¿Viste el Jardín que el  Maestro de los Jardineros tardó diez años en crear?  ¿Reparaste en los bellos  pergaminos de mi biblioteca?

El joven, avergonzado, confesó que no había visto nada. Su única preocupación había sido no derramar las gotas de aceite que el Sabio le había confiado.
Pues entonces vuelve y conoce las maravillas de mi mundo –dijo el Sabio-. No puedes confiar en un hombre si no conoces su casa.

Ya más tranquilo, el joven  cogió  nuevamente la cuchara y volvió a pasear por el palacio, esta vez mirando con atención todas las obras de arte que adornaban el techo y las paredes. Vio los jardines, las montañas a su alrededor, la delicadeza de las flores, el esmero con que cada obra de arte estaba colocada en su lugar. De regreso a la presencia del sabio, le relató detalladamente todo lo que había visto.

Pero dónde están las dos gotas de aceite que te confié? –preguntó el Sabio.
El joven miró la cuchara y se dio cuenta de que las había derramado.

Pues éste es el único consejo que puedo darte –le dijo el más Sabio de los Sabios.- El secreto de la felicidad está en mirar todas las maravillas del mundo, pero sin olvidarse nunca de las dos gotas de aceite en la cuchara.”         
Paulo Coelho “El Alquimista”





TE MERECES TODA LA FELICIDAD QUE PUEDAS ALCANZAR







   "La felicidad está en los que se bastan a sí mismos" (Aristóteles, filósofo, lógico y científico; 384 a. C. - 322 a. C.)

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